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VII cumbre de las Américas, ¿histórica?

El mundo ha conocido la VII cumbre de las Américas por esas fotos catalogadas como históricas de los presidentes Castro y Obama compartiendo espacios y discursos. Sin duda el proceso iniciado por Estados Unidos hace unos meses para terminar de una vez con la guerra fría y acabar con décadas de bloqueo económico y hostilidad política frente al régimen cubano son un proceso histórico que merece todo tipo de atención. Pero más allá de esas fotos, esta última cumbre de las Américas nos ha dejado reflexiones muy interesantes.

Por un lado tenemos el discursos de Obama llamando a olvidar el pasado y a construir nuevas alianzas basadas en la democracia, los derechos humanos, la lucha contra la pobreza y la inequidad y por supuesto, el libre mercado. Un discurso comedido, a tenor de las provocaciones de los de siempre, que esconde la verdadera preocupación de un país que no puede perder su influencia en la región ante el avance de otros ejes geopolíticos que pueden desplazar su influencia y ante procesos tan importantes como el postconflicto colombiano (tan pronto como se materialice la paz de La Habana). Estados Unidos necesita fortalecer sus alianzas económicas en la región y está dispuesta a cambiar décadas de políticas intrusivas que tan malos resultados le ha dado.

Por otro lado ha pasado desapercibida la presidenta Rousseff y su nuevo acercamiento a Estados Unidos. La presidenta no solo ha dado por cerrado su tensión con el Tío Sam, provocada por el espionaje que sufrió el año pasado, sino que ha enviado un par de mensajes importantes a varios de sus vecinos alertando en contra de los problemas intolerables de derechos humanos que se viven en algunas países. Parece que la presidenta quiere combatir su crisis de gobernabilidad provocado por la corrupción de Petrobras y los índices de pobreza y desigualdad dándose un paseo por Washington y alejándose (todavía más) del grupo de amigos de UNASUR.

Y por otro lado tenemos al eje bolivariano, un tanto descolocado ante la supuesta traición de uno de sus bastiones emblemáticos como era la causa cubana. El discurso tradicional anti-imperialista se ha visto más debilitado que nunca. Y su agresividad no contaba con las voces críticas de otros países que, como Uruguay, les han llamado la atención seriamente ante los problemas graves de derechos humanos , de gobernabilidad y de pobreza extrema que existen en esos países. Es curioso como la presidenta Fernández de Argentina se ha convertido, con el permiso del presidente Maduro de Venezuela, en la gran portavoz de este eje. Una presidenta que nunca se ha tomado muy en serio la historia del legado de Bolívar y al UNASUR. Y es curioso también como el presidente Correa ha pasado más desapercibido de lo habitual antes mensajes que no esperaba de países considerados para él como amigos y que ahora ya se habrán convertido en víctimas del imperialismo en su imaginario visceral de buenos y malos.

Así las cosas, hemos asistido a una cumbre mucho más interesante de lo que se esperaba, en la que se han comenzado a sentir las consecuencias de la finalización de la guerra fría. Y donde los discursos han dado pie a la definición de algunos elementos que van a marcar el devenir de las relaciones regionales en los nuevos tiempos que se inician. La lucha contra la pobreza y la desigualdad parece ser una preocupación importante; la promoción de los derechos humanos y el fortalecimiento de la gobernanza recobran protagonismo ante el deterioro profundo que se está produciendo en muchos países de la región; las alianzas regionales incluyendo a Estados Unidos vuelven a ser una prioridad de la mayor parte de países de la región. El fortalecimiento del eje Estados Unidos-Brasil, tan buscada por la diplomacia estadounidense durante el último año, volverá a ser un eje geopolítico importante; las crisis profundas de Gobernabilidad y pobreza de países bolivarianos como Venezuela o Argentina van a marcar buena parte del desarrollo regional; el afianzamiento del proceso boliviano sin el apoyo tan fuerte de los aliados tradicionales (Venezuela y Cuba) será un reto importante; la reactivación económica y la crisis de los gobiernos populistas ante el descenso del precio del petróleo exige nuevas respuestas económicas y políticas; o el post-conflicto colombiano son algunas de las cuestiones que van a marcar las relaciones regionales en los próximos años. Estados Unidos ha roto la dinámica habitual de las últimas décadas y el equilibro tenso que existía en la región se ha suavizado abriendo paso a un momento regional histórico en el que la necesidad de desarrollo económico y de alianzas regionales fuertes van a marcar el ritmo de las relaciones políticas.

POR MIKEL BERRAONDO, miembro de Co.Ciudadana.

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